
Son ecosistemas de bosque primario formados por asociaciones de organismos muy especializados, bien adaptados y eficazmente organizados. Hacen un uso óptimo del espacio y la energía logrando crear un equilibrio dinámico entre su comunidad y el medio en el que habitan. Esto les permite perpetuarse en armonía durante millones de años. En el caso concreto del bosque Valdiviano, 200 millones de años.
Cuando hablamos de un bosque lo más importante no es su edad, sino la etapa de sucesión en la que se encuentra. La sucesión es la forma en que los ecosistemas cambian de un estado a otro después de una perturbación.
Por poner un ejemplo, cuando parte de un bosque primario se incendia de forma natural, enseguida la naturaleza comienza a hacer su trabajo de regeneración. Las especies pioneras hacen su aparición. Primero brotan las herbáceas y los matorrales que necesitan de mucha luz. Éstas sirven de alimento para muchas especies de animales e insectos polarizadores que traen semillas de otros lugares cercanos que aún se conservan prístinos, los legados biológicos. Cuando éstas plantas herbáceas mueren, aportan nutrientes al suelo haciendo que en próximos años germinen y puedan alimentarse las semillas resistentes al fuego que ya estaban allí o las que trajeron los polinizadores.
Cada año se va repitiendo el ciclo y las condiciones mejoran por lo que el lugar va pudiendo acoger a otras especies como arbustos y árboles de tallo blando. Van llegando también los animales que viven en ellas. Finalmente, hacen su aparición los arboles de madera dura que al alcanzar cierta altura van creando con sus copas unidas unas a otras el dosel del bosque, fundamental para generar un microclima. El ecosistema se va haciendo cada vez más complejo y más perfecto.
Esta forma de bosque final se conoce como una “comunidad clímax” y son estas comunidades no perturbadas por el hombre las que se consideran bosques primarios.