Una vez más, los amantes de la naturaleza debemos felicitarnos y agradecer a una organización privada y no gubernamental la posibilidad de disfrutar de espacios naturales únicos como éste. En éste caso, CODEFF, Comité Nacional Pro-defensa de la fauna y la flora.
En el año 2.000 CODEFF compró 80 hectáreas en la costa valdiviana con el fin de proteger la flora y la fauna de un bosque relicto de olivillo costero. Lugar ceremonial del pueblo mapuche y uno de los imperdibles de la Selva Valdiviana pues cuenta con árboles de gran envergadura y muy longevos, algunos de ellos con edades estimadas superiores 500 años.

Un hito importante para la conservación ya que lamentablemente, el bosque de olivillo, se encuentra muy fragmentado, poco valorado por la población en general y nula o escasamente representado en el Sistema Nacional de Áreas Protegidas de Chile.
¡Comencemos! Dentro de las 87 hectáreas de la reserva, podemos adentrarnos en el corazón del ecosistema costero a través de 10 kilómetros de una ruta que se divide en tres senderos: Sendero Mirador Chungungo, Sendero Costero, Sendero Bosque Olivillos y Sendero Los Melies.

Son aproximadamente algo más de dos horas de caminata tranquila. Eso sí, deteniéndonos de vez en cuando a respirar el aire puro, deleitándonos en calma con las increíbles vistas de la costa desde los miradores en lo alto de los acantilados, alegrándonos ante la presencia de los enormes árboles, contemplando la flora y, si tenemos suerte, avistando a alguno de los habitantes del lugar.
En los senderos o bosque adentro podemos toparnos con pudúes, huiñas, zorros chillas … En la costa con chungungos, churretes costeros, lobos de mar, cormoranes imperiales, patos liles, patos yecos y sobre nosotros o posados en una rama al chucao, el carpintero negro o el huet huet.
Al adentramos por la huella trazada para penetrar al interior de la tupida flora de la selva Valdiviana, nos embarga una agradable sensación de estar rodeados de belleza natural por todas partes. A veces parece que estamos atravesando el pasadizo de un laberinto vegetal en los jardines de un antiguo palacio y, de repente, aparecemos en un mirador frente al mar desde el que podemos observar las mejores vistas de la costa y el juego de las enormes matas de algas que van y vienen entre las rocas movidas por las olas.
Una rica biodiversidad: murtas, arrayanes, los copihues trepando por canelos, lingues y lumas y como principal atractivo del parque, el imponente bosque sagrado de olivillos centenarios.
Si eres de los que tienes una relación cercana con los árboles, recordarás siempre éste lugar. Sea como sea, es fácil percibir el místico ambiente de espiritualidad creado por este grupo de venerables Señores del bosque. La gran envergadura de los árboles, el hecho de que en el lugar existiera un antiguo cementerio Mapuche y que aún hoy se siga utilizando como lugar ceremonial por éste pueblo originario, no deja a nadie indiferente.